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Standard & Poor’s Otorga a Paraguay el Grado de Inversión y Redefine el Contexto para la Economía y el Real Estate

  • Foto del escritor: Carlos E. Gimenez
    Carlos E. Gimenez
  • hace 23 horas
  • 6 Min. de lectura

La obtención del grado de inversión consolida la credibilidad macroeconómica del país y modifica, de forma gradual, las bases sobre las que se toman decisiones de inversión y desarrollo urbano.


Standard & Poor’s Otorga a Paraguay el Grado de Inversión

La decisión de Standard & Poor’s Global Ratings de elevar la calificación soberana de Paraguay a BBB- con perspectiva estable marca un hito estructural en la historia económica reciente del país. Con este resultado, Paraguay consolida su ingreso al grado de inversión con dos de las tres principales calificadoras internacionales, posicionándose entre las economías de mayor credibilidad macroeconómica de América Latina y reforzando su perfil como destino confiable para el capital de largo plazo.


Lejos de tratarse de un logro aislado o coyuntural, la mejora en la calificación soberana es la culminación de un proceso gradual y sostenido de fortalecimiento institucional, disciplina macroeconómica y previsibilidad de políticas públicas, que ha permitido al país atravesar un contexto internacional marcado por alta volatilidad, tensiones geopolíticas y ciclos financieros restrictivos con una resiliencia destacable.


En su evaluación, Standard & Poor’s destacó el historial probado de estabilidad macroeconómica de Paraguay, así como la coherencia y continuidad de sus políticas económicas. La calificadora subrayó que la economía paraguaya ha logrado fortalecer su capacidad de absorción de shocks externos, apoyada en un marco institucional que ha ganado credibilidad tanto a nivel regional como internacional.


En materia fiscal, el informe resalta el compromiso del Gobierno con la prudencia y la disciplina, el cumplimiento de metas conservadoras y el proceso de consolidación de las cuentas públicas. Este enfoque permitió preservar márgenes de maniobra y sentar las bases para la reconstrucción de buffers fiscales luego de los impactos recientes, reforzando la sostenibilidad de las finanzas públicas en el mediano y largo plazo.


El fortalecimiento institucional del Estado aparece como otro de los pilares centrales del reconocimiento. Standard & Poor’s valoró particularmente la modernización del Ministerio de Economía y Finanzas, el refuerzo de la administración tributaria y el avance de reformas estructurales orientadas a mejorar la eficiencia del sector público y a crear un entorno más favorable para la inversión privada. Estos elementos, aunque menos visibles que los indicadores macro tradicionales, son determinantes para la evaluación del riesgo soberano y para la confianza de los inversores de largo plazo.


En el ámbito monetario, la calificadora puso énfasis en el creciente nivel de credibilidad del Banco Central del Paraguay, evidenciado por la rápida convergencia de la inflación y de las expectativas inflacionarias hacia la meta. Este desempeño resulta especialmente relevante considerando la reciente reducción del objetivo de inflación, una señal clara de madurez del régimen de metas y de la capacidad técnica de la autoridad monetaria para gestionar el ciclo económico.


El esquema de política monetaria, complementado por un tipo de cambio flexible y niveles adecuados de reservas internacionales, ha ampliado el margen de maniobra del Banco Central y fortalecido la capacidad de la economía paraguaya para enfrentar shocks externos sin recurrir a ajustes desordenados. Para los mercados financieros y los inversores institucionales, esta combinación es uno de los principales anclajes de confianza macroeconómica.


Más allá de la estabilidad, Standard & Poor’s destacó el desempeño económico robusto del país, que ha mostrado tasas de crecimiento consistentes incluso en un contexto global adverso. Este crecimiento ha sido impulsado por la inversión privada, el dinamismo de la demanda interna y una progresiva diversificación de la base productiva, factores que mejoran las perspectivas de desarrollo de largo plazo y refuerzan la posición externa del Paraguay.

Este punto es particularmente relevante: el grado de inversión no se otorga únicamente por estabilidad, sino por la capacidad de sostener el crecimiento en el tiempo sin comprometer los equilibrios macroeconómicos. En ese sentido, Paraguay empieza a ser percibido no solo como una economía ordenada, sino como una economía con potencial de expansión estructural.


El otorgamiento del grado de inversión no es un evento financiero aislado, sino una señal que se filtra progresivamente hacia los distintos mercados de la economía. En el caso del sector inmobiliario, uno de los más intensivos en capital y horizonte temporal, el impacto es particularmente relevante. No porque genere transformaciones inmediatas, sino porque modifica las condiciones de fondo sobre las que se toman decisiones de inversión, financiamiento y desarrollo urbano.


Paraguay ha operado históricamente con plazos cortos y costos financieros elevados, lo que condicionó la escala, el ritmo y la tipología de muchos desarrollos. En este nuevo contexto, el grado de inversión abre la posibilidad de estructuras financieras más largas, con mayor previsibilidad y menor presión sobre el capital propio. No se trata de una baja automática de tasas, sino de una mejora sostenida en la viabilidad económica de proyectos que antes se encontraban en el límite de lo financiable.


Este nuevo escenario también trae consigo un cambio cualitativo en el perfil del capital que comienza a mirar al país. La elegibilidad que otorga el grado de inversión incorpora a Paraguay al radar de inversores institucionales y patrimoniales de perfil conservador, actores que privilegian estabilidad, claridad normativa y consistencia macroeconómica por sobre retornos extraordinarios de corto plazo. Este tipo de inversor no transforma el mercado a través de shocks abruptos, sino mediante una presión constante hacia la profesionalización, la transparencia y la solidez estructural de los proyectos.


En consecuencia, el mercado inmobiliario empezaría a ser evaluado con criterios más exigentes. La estructura legal, la trazabilidad de los flujos, la gobernanza del desarrollador, la coherencia entre producto, ubicación y demanda real, y la capacidad de sostener valor en el tiempo pasan a ocupar un lugar central en el análisis. El grado de inversión no amplifica indiscriminadamente el valor de todos los activos, sino que profundiza la diferenciación entre aquellos proyectos concebidos con visión de largo plazo y aquellos que responden a lógicas más coyunturales.


Este proceso también se reflejaría en la dinámica de precios. La experiencia regional muestra que el investment grade no genera subas generalizadas, sino una revalorización selectiva. Los activos bien localizados, con calidad constructiva, escala adecuada y respaldo institucional tienden a capturar primero los beneficios del nuevo contexto. En paralelo, los productos genéricos o mal estructurados no necesariamente acompañan este proceso. El grado de inversión, lejos de inflar el mercado, introduce una lógica más fina de valoración y segmentación.


Otro efecto relevante se observaría en la dimensión urbana. En economías que acceden al grado de inversión, el capital inmobiliario suele concentrarse en zonas con infraestructura existente o planificada, buena conectividad, servicios y marcos normativos claros. Esto favorece procesos de consolidación urbana y densificación más ordenada. En el caso paraguayo, donde conviven dinámicas formales e informales de crecimiento, este nuevo contexto puede actuar como un catalizador para una urbanización más estructurada, especialmente en Asunción y su área metropolitana.


A medida que el mercado se vuelve más observado por actores externos, también se volvería más exigente en términos de información, análisis y prácticas profesionales. El grado de inversión impulsa indirectamente una mayor formalización del ecosistema inmobiliario, fomentando mejores estándares de reporte, estructuras contractuales más robustas y una integración progresiva entre el real estate y el mercado de capitales. El sector dejaría de operar exclusivamente como un negocio operativo y comenzaría a consolidarse como una clase de activo plenamente integrada al sistema financiero ampliado.


Para el real estate paraguayo, el grado de inversión no representa un punto de llegada, sino el inicio de una etapa de maduración. La estabilidad macroeconómica deja de ser una ventaja excepcional y pasa a convertirse en una condición de base. A partir de ahora, el verdadero diferencial estará en la calidad de los proyectos, la planificación urbana, la capacidad de ejecución y la seriedad institucional de los actores involucrados.


El desafío hacia adelante no sería únicamente aprovechar mejores condiciones de financiamiento o mayor interés internacional, sino estar a la altura del nuevo posicionamiento del país. En ese sentido, el grado de inversión no transforma al mercado inmobiliario por sí solo, pero sí redefine el terreno sobre el cual se construirá su próxima etapa de crecimiento.


Cabe destacar que este reconocimiento es el resultado de una trayectoria consistente. En los últimos dos años, Standard & Poor’s reflejó este avance mediante mejoras sucesivas en la evaluación soberana: una suba de calificación en febrero de 2024, un cambio de perspectiva en enero de 2025 y, finalmente, la elevación al grado de inversión en diciembre, luego de nueve años sin mejoras. Esta secuencia confirma la confianza sostenida de los mercados en el rumbo macroeconómico e institucional adoptado por el país.


El logro es fruto del trabajo coordinado entre el Gobierno Nacional, el Ministerio de Economía y Finanzas, el Banco Central del Paraguay y los equipos técnicos del Estado, y reafirma el compromiso del país con la estabilidad macroeconómica, el fortalecimiento institucional y el desarrollo sostenible en el largo plazo.


Más que un punto de llegada, el grado de inversión representa un nuevo punto de partida. Paraguay ingresa a una etapa en la que la estabilidad macroeconómica deja de ser una fortaleza excepcional y pasa a constituir una condición estructural sobre la cual se construyen decisiones de inversión, desarrollo urbano y asignación de capital de largo plazo.


En ese contexto, el desafío hacia adelante no será únicamente preservar el grado de inversión, sino capitalizarlo inteligentemente. Esto implicará elevar estándares, fortalecer instituciones y orientar el crecimiento hacia un desarrollo urbano y económico más equilibrado, competitivo y sostenible, donde el real estate deje de ser solo una oportunidad coyuntural y se consolide como una clase de activo madura, integrada y estratégica para el país.

 
 
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